Sobre cornucopianos y solucionistas
Durante
siglos en las diferentes civilizaciones se han anunciado grandes catástrofes
que podrían acabar con una sociedad entera de golpe. Estas grandes catástrofes
eran predicciones religiosas en forma de plagas, grandes meteoritos y demás
fenómenos naturales que servían como mecanismo de control de la sociedad
mediante el miedo pero no gozaban de ningún tipo de evidencia. A día de hoy
somos conocedores de las amenazas que ponen en vilo nuestra existencia y esas
están bien argumentadas por la comunidad científica: el calentamiento global,
las grandes pandemias, la sexta extinción…
Algunas
voces proclaman que no es posible que vivamos en un peligro inminente de una
catástrofe natural si vivimos mejor que nunca. Esta afirmación es un tanto
peligrosa, ya que ese supuesto confort habría que atribuirlo, principalmente, a
los países del mal llamado primer mundo, ya que en países subdesarrollados ya
están sufriendo las consecuencias del calentamiento global y de otros problemas
de menos alcance mediático como las enfermedades derivadas de la deforestación.
En cualquier
caso, y pese a las evidencias de la comunidad científica, sigue habiendo
grandes corporaciones interesadas en negar la existencia de dichos problemas.
Estas corporaciones cornucopianas creen en la abundancia sin límites, simbolizada
por un planeta a rebosar de riqueza que hay que extraer. El Cornupianismo y el
capitalismo neoliberal están en sintonía; ambos proclaman el libre mercado, la desregularización
de la economía y que los problemas generados por una frenética actividad
extractivista son meras falacias promovidas por movimientos contrarios al
liberalismo económico.
En este
sentido, los cornucopianos creen que el estado no debería involucrarse en los
problemas derivados de la actividad económica. Al contrario, su papel debería
limitarse a defender la libertad de expresión y que todas las ideas tuvieran la
misma capacidad de presentarse frente a la opinión pública. Sin embargo,
olvidan que no todas las opiniones gozan del mismo valor científico y que la
propia actividad científica ha desarrollado mecanismos para evitar que
conflictos de interés condicionen su actividad como la revisión por pares.
En
vista de que las grandes corporaciones ven en riesgo perder la batalla por las
grandes ideas sobre el cambio climático (entre otros), algunas de ellas han
pasado a tener una postura solucionista. Por ello, algunas han empezado a
plantear que la actividad científico-tecnológica tendría que centrarse en la búsqueda
de alguna solución milagrosa que resolviese el problema del clima como algún
combustible verde y de fácil producción o la geoingeniería. Esta idea un tanto
utópica permite a estas corporaciones seguir con su frenética actividad
mientras confían en una solución milagrosa.
Con el
paso de los siglos hemos aprendido que las grandes catástrofes rara vez suelen
suceder de un día para otro y sin previo aviso y que el calentamiento global o
la gran extinción que nos acontece es un proceso que está ocurriendo ante
nuestros ojos a un ritmo moderado pero constante. En este sentido, es evidente
que si esta gran catástrofe que tenemos frente a nosotros no es repentina, la
solución al problema tampoco será repentina y milagrosa.
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