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Ética y Ciencia

 Ética y Ciencia

La ética, como disciplina filosófica que estudia el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano, es una parte fundamental de la ciencia. Aunque a día de hoy sean bien conocidas disciplinas como la bioética, la ética general acompaña a la actividad científica desde sus inicios. La propia actividad no supone un gran dilema ético pero la ciencia no se realiza únicamente con el fin del conocimiento, sino que persigue unas aplicaciones las cuales si son susceptibles de generar conflictos.

A lo largo de la historia, en las diferentes épocas, la actividad científica ha estado sujeta a la opinión de los gobernantes y reinantes de la época. Esta presión ejercida sobre la ciencia ha hecho que, inevitablemente, la ciencia haya estado condicionada y, como es obvio, ha decantado una tendencia de la ciencia a favorecer criterios, ideas e investigaciones que favorecieran ciertos intereses. Este hecho, per se, no tiene por qué ser negativo pero el conflicto comienza cuando la actividad se utiliza en contra de unos intereses y en favor de otros.

Cuando Napoleón viajo a Egipto por primera vez lo hizo acompañado por algunos de los mejores científicos franceses de la época. Entre sus objetivos se encontraba mapear Egipto, conocer su naturaleza y realizar algunas investigaciones sobre la crecida del rio Nilo. El mismo Napoleón se autodefinía como científico y era conocedor la importancia de las actividades científicas. Esta expedición fue catalogada como civilizadora y fue la primera realizada por los europeos con el fin de conocer un territorio. Asimismo abrió a puerta a futuras expediciones africanas con un principio elemental: quien tiene el dominio de las ciencias y las artes tiene derecho a establecer para restaurar lo que se supone que es un principio de justicia o igualdad. Las posteriores expediciones tuvieron diversos fines, desde exclusivamente civilizadoras hasta fines más invasivos.



Es evidente que en esta época la actividad científica estaba sujeta a los intereses del poder y así continuo siendo durante mucho tiempo. Una de las fotos más icónicas de la ciencia pertenece a la conferencia de Solvay del año 1927. En la foto aparecen 29 de los científicos más importantes de la época como Albert Einstein, Marie Curie y Erwin Schrödinger. Todos los integrantes de la foto son europeos o estadounidenses, lo que nos lleva a pensar que aquellos países eran la élite de la ciencia. No es casualidad que esos mismos países fueran las principales potencias mundiales de la época y que, además, hubiesen estado involucradas en la Primera Guerra Mundial y en lo que posteriormente sería la segunda. Ciencia y guerra eran conceptos que estaban unidos.



Aunque a día de hoy la actividad científica se realiza principalmente en los países económicamente más poderosos, existen laboratorios y equipos de científicos a lo largo y ancho del planeta. En este sentido podemos decir que, a pesar de que la actividad científica puntera sigue estando localizada geográficamente en los mismos lugares que hace 100 años, la actividad científica se realiza en prácticamente todos los lugares del mundo.

A todo esto hay que añadir que a lo largo de la historia, pero principalmente en los últimos 200 años, la ciencia ha estado estrechamente ligada a la tecnología. Los conocimientos científicos servían como base para posteriores avances tecnológicos. Parte de estos descubrimientos se realizaban en los lugares donde después se daría el avance tecnológico pero en ocasiones requería de expropiaciones en otros lugares, como se pudo realizar en África.

Estos nos lleva nuevamente al punto de partida. La actividad científica ha sido utilizada por los gobernantes y reinantes de cada época con diferentes fines a lo largo de la historia y esto genera, inevitablemente, que la propia actividad esté sometida a un valor moral. Cuando Napoleón acude a Egipto acompañado de científicos no lo hace únicamente con fines investigadores sino que tiene como objetivo obtener un rédito de aquella expedición. Esto sugiere que Napoleón considera que tiene la legitimidad de acudir a Egipto en su propio beneficio con poco o ningún rédito para los autóctonos. Al hacerlo de la mano de los científicos, la actividad científica toma parte en esa moralidad conquistadora.

Como ya se ha mencionado esto favoreció futuras expediciones a tierras africanas con objetivos similares haciendo participe a la ciencia favoreciendo los intereses del país invasor. Este comportamiento deja en evidencia el papel ético que ha tenido la ciencia durante muchos años generando siempre una balanza entre vencedores y perdedores. Sin embargo, sería injusto negar el papel científico de estas expediciones ya que algunas sirvieron para asentar las bases de la revolución científica inminente.

Por suerte, las invasiones cesaron, principalmente desde mediados del siglo XX. En las últimas décadas la ciencia ha sufrido un gran cambio adquiriendo un papel más colaborativo. Hoy en día la ciencia es internacional y en cualquier laboratorio o grupo de investigaciones se puede encontrar personas de diferentes nacionalidades. Además, herramientas como internet han estrechado lazos a lo largo y ancho del planeta y la comunicación entre los científicos ha mejorado sustancialmente en los últimos años.

imagen: a world map based on scientific research papers the conversation

Que la ciencia se haya globalizado va en contra de la idea de esas expediciones de beneficiarse de los recursos de otro territorio en beneficio del suyo mismo, ya que en la actualidad podemos observar como científicos franceses y egipcios son capaces de colaborar en armonía. Esto no hace más que realzar el valor ético de la ciencia, suponiendo una gran evolución comparado con la actividad reinante en los dos últimos siglos.

Evidentemente, aunque podamos reinterpretar lo ocurrido, no podemos cambiar la historia por lo que nos toca poner la mirada en lo que nos depara el futuro. La ciencia ha generado que las distancias en el planeta se reduzcan y a que la comunidad científica se expanda. Hoy en día la ciencia es una actividad cosmopolita y en muchas ocasiones los intereses personales, nacionales y económicos de esas personas pueden confrontar, pero hemos sido capacidad de superar ese escollo por un bien mayor. Los científicos y las científicas, a día de hoy, trabajan principalmente con la premisa de facilitar la vida de las personas, desde dispositivos electrónicos mejores hasta tratamientos médicos más eficaces y económicos. Estos intereses son comunes e inherentes al ser humano, por lo que podemos decir que a nivel ético la ciencia ha avanzado.

En cualquier caso, sería necio obviar que sigue habiendo grandes diferencias en cuanto a la implementación de las medidas científicas y tecnológicas. La ciencia ha conseguido, en cierta medida, romper con la barrera de los intereses nacionales frente a los globales pero eso no es todavía suficiente. La ciencia sigue teniendo una segunda barrera que derribar, probablemente más grande que la primera: la económica.

Hoy en día observamos como en los países del llamado primer mundo las personas disfrutan de avanzados y costosos tratamientos médicos independientemente de su nacionalidad, pero dependiente de las capacidades económicas. Esto genera un debate ético en la ciencia ya que mientras se desarrollan investigaciones millonarias en los países ricos, tratamientos con poco coste económico como vacunas, insulinas y antibióticos son escasos en países pobres. En este sentido, ¿Por qué seguimos investigando curas a enfermedades que afectan a un pequeño porcentaje de la población mientras sigue habiendo personas que no disponen de medicamentos básicos? ¿No sería más beneficioso para el ser humano en general invertir más tiempo y dinero en abaratar costes y mejorar los suministros para las poblaciones desfavorecidas?

El dilema ético acompaña a la actividad científica desde sus inicios y seguirá siendo así por mucho tiempo. En tanto la propia actividad está sujeta a unas inversiones de dinero público y/o privado las entidades que sustentan esos proyectos siempre priorizarán sus intereses de una u otra forma y la ciencia queda atada en cierto sentido. Por ello, es fundamental que los propios científicos adquieran esa responsabilidad ética y que esta sea llevaba a cabo en la práctica diaria para que esa barrera difícilmente franqueable no siga ahondando en las desigualdades.

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