Las enfermedades mentales han
sido la trastienda de la sanidad. Aquellas enfermedades que en cierta medida
avergüenzan a la sociedad y no son expuestas en los medios por miedo al efecto
llamada. Por suerte, durante los últimos años están saliendo a la luz de una
forma cada vez más habitual diferentes trastorno mentales que, por un lado,
ayudan a visibilizar el problema y, por otro lado, permiten a las personas
afectadas dar un paso al frente.
Recientemente conversando con un
amigo me habló sobre el motivo de su ausencia durante los últimos meses. Desde
mi perspectiva era difícil entender que le había sucedido durante el último
tiempo y en ocasiones me llevó a enfadarme con el por no comprender su postura.
Ahora que puedo entender lo que estaba pasando, me arrepiento de haber actuado
de una forma un tanto brusca en ocasiones con el.
Me sorprendió que ese refería a sí
mismo como un neo-loco o excuerdo. Son palabras que nunca utilizaría para
definirme a otra persona. Jamás se me ocurriría mencionar la palabra locura con
esa serenidad a la hora de calificar una persona. Me comentó que lo hacía con
el objetivo de aceptarse, de admitir los problemas que había tenido que
afrontar y, sobre todo, con el fin de visibilizar las enfermedades mentales, ya
que esa visibilización favorecería que otras personas pudiesen ser tratadas con
dignidad.
“La locura es una cuestión de
poder”. La presión, los estímulos, la tensión… había hecho perder el control de
su vida. “Tenía voces en mi cabeza que sabían más que yo”. Me declaró que
durante un periodo de tiempo había vivido en una situación donde no se sentía
responsable de sus actos. Se sentía guiado por una voces que vivían en su
cabeza y que le controlaban. “No sabía en que momento me encontraba, era una
locura desmedida”. Una sensación de euforia le generaba cierto bienestar pero
vivía en una montaña rusa.
“El objetivo era esclavizar mi
locura”. Ser consciente del problema fue un paso importante, por lo que, en un
inicio, decidió hacerle frente a su locura, a sus voces. “No había grises, todo
era blanco o negro”. Sus decisiones u acciones iban de un extremo a otro sin
tener un punto intermedio. No había forma de realizar reflexiones pausadas, o
todo, o nada.
“El detonante fue el cansancio
físico”. No dormía por las noches, por lo que llegó un punto donde la ausencia
de sueño llevó a cometer errores básicos en el habla y la coordinación. “Dormir
era aterrador”, pero las consecuencias de no hacerlo eran peores. En ese
momento fue cuando acudió a un especialista y fue ingresado en un hospital
psiquiátrico durante un tiempo.
“Mi psiquiatra me dijo que era
normal”. Esas palabras le tranquilizaron. Asumir, entender, que eso que te está
ocurriendo es algo que entra dentro de unos parámetros de normalidad
tranquiliza. No es nada raro, no te sucede sólo a tí en el mundo, le ha pasado
a más gente y tiene solución. El proceso fue largo, medicamentos, en un inicio
dosis muy elevadas, inhibían su cerebro y esas emociones extremas
desaparecieron.
Aunque ahora considera que tiene
una situación relativamente estable es muy consciente de lo que pasó. Por ello,
quiere dedicar parte de su tiempo a visibilizar su problema en las redes sociales.
Lo suyo fue un brote psicótico, pero hay muchas más enfermedades mentales
escondidas en nuestra sociedad. “El efecto llamada en las enfermedades no
existe”, por ello, visibilización es una herramienta fundamental y parte del
tratamiento.
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