ACIDIFICACIÓN DE LOS OCÉANOS
La Biodiversidad, entendida como la variedad de seres vivos sobre la Tierra,
se ha visto amenazada durante los últimos años como consecuencia del cambio
climático. Algunos ecosistemas se han visto degradados por la actividad humana,
siendo la deforestación y la agricultura algunas de sus principales causas. Sin
embargo, algunas de las consecuencias no son tan visibles a nuestros ojos y
ocurren en la inmensidad de nuestros océanos.
La acidificación de los océanos es uno de los mayores problemas a los que
nos enfrentamos. La quema de combustibles fósiles ha generado que el nivel de
CO2 en la atmosfera haya aumentado un 50% desde la época
preindustrial. Como es sabido, este aumento favorece el efecto invernadero,
incrementando la temperatura de nuestro planeta. Los océanos tienen la
capacidad de absorber parte de ese CO2 y se estima que un tercio de
las emisiones del mismo se encuentra en nuestros océanos.
En las últimas décadas se ha observado un aumento de CO2 en la
capa superficial de océano. Este aumento ha generado un cambio en la química
del agua, acidificando los océanos. Cuando el CO2 entra en contacto
con el agua, se genera ácido carbónico (H2CO3), que posteriormente
liberaran aniones de carbonato (CO32-) y protones (H+).
Estos últimos son los responsables del aumento del pH de los océanos, a mayor
concentración de protones, mayor será el pH (nivel de acidez).
El pH de los océanos ha variado desde un 8,2 de la época preindustrial hasta
un 8,1 en la actualidad. Asimismo, algunos modelo estiman que el pH podría ser
de 7,95 para el año 2050 y de 7,8 para el 2100. Aunque parezca un cambio
mínimo, no hay que olvidar que el pH corresponde a una escala logarítmica, lo
que significa que la acidez de los océanos ya ha aumentado un 26% y los modelos
nos marcan un aumento del 75% y del 150%, para los años 2050 y 2100,
respectivamente. Una de las principales consecuencias de este aumento es que el
carbonato (CO32-) libre en el océano se reduzca,
disminuyendo la cantidad de carbonato cálcico (CaCO3) de los
océanos.
Este cambio está desencadenando una serie de fenómenos desconocidos hasta
ahora. El CaCO3 es esencial para algunos animales marinos como los
corales, los crustáceos y los moluscos. Al tener dificultades para incorporar
este compuesto en sus organismos, sus cubiertas celulares y esqueletos se ven
debilitados, poniendo en riesgo la vida de los animales. Ya se han constatado
algunas consecuencias de este fenómeno en la Gran Barrera de Coral.
Animales como crustáceos y moluscos juegan un papel fundamental en los
ecosistemas. Muchos de ellos forman parte de la base de la cadena trófica. En
este sentido, un descenso en la cantidad de moluscos podría afectar a toda la
biodiversidad del océano, desde medusas hasta las ballenas más grandes,
afectando tanto a la cantidad como a la diversidad de seres vivos de los océanos.
Como hemos observado las emisiones de CO2 generadas por la quema
de combustibles fósiles no afectan sólo a la atmósfera. Sus consecuencias son
transversales en este gran ecosistema que es nuestro planeta. La pérdida de
biodiversidad no afecta sólo a nuestros bosques, existe una pérdida más
invisible que se encuentra en nuestros océanos.
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