El arte de la percepción
El arte es una de las formas que hemos desarrollado los humanos para
describir el mundo. Los seres humanos necesitamos describir nuestro entorno, en
algunas ocasiones de forma descriptiva y en otras mediante sentimientos o
formas. En este sentido el arte nos proporciona la capacidad de describir
nuestro entorno con la ventaja de que esa obra realizada puede perdurar en el
tiempo.
La universalidad del significado del arte es una idea un tanto utópica, ya
que el propio autor cuando está desarrollando la obra parte de unas posiciones precedidas
por sus vivencias. El espectador, al observar la obra, parte de un punto de
partida diferente al del autor. A la hora de observar una obra de arte es difícil
dejar de lado nuestro sesgo, por lo que cada persona tiene una vivencia
particular. Siendo así difícilmente podríamos hablar de universalidad, aunque
si podemos hablar de patrones comunes a la hora de entender el mismo.
Desde mi punto de vista el propio arte tiene un carácter creador y, en
ocasiones, la creación y la innovación no van de la mano. La creación de una
obra para un artista puede ser un juego de imitación tratando de emular a algún
artista que le precede y dotándole a la obra de algo particular. La innovación
parte de la premisa de que lo que se crea tiene que romper con los estereotipos
anteriores y/o aportar una visión diferente.
A mi modo de ver el arte se ha convertido en algo más que una forma de
expresar y describir lo que nos rodea. Puede servir como herramienta para
sostener unos estamentos y jerarquías pero también puede servir como revulsivo
para acabar con las mismas. El arte ha sido utilizado para venerar la divinidad
de los dioses y para romper cualquier vinculación con ellos.
De todas formas comprender el propio arte no es una tarea sencilla. Al
igual que nos sucede con la música, una canción nos puede gustar más o menos
por su mensaje o por que el ritmo nos trae buenos recuerdos, pero eso no quiere
decir que la propia canción sea musicalmente buena. En el caso del arte, aunque
una obra nos despierte sentimientos no quiere decir que estemos ante una gran
obra. Si a alguien le entregan un dibujo familiar realizado por su hija de 3
años se emocionará y le despertará grandes sentimientos, pero eso no quiere
decir que esté frente a una gran obra de arte.
Para valorar la calidad del arte hay que entender primero de gamas de
colores y conocer las diferentes técnicas, entre otras cosas, además de ser
conscientes de ingente trabajo de formación que hay detrás de cada obra. Una
obra puede ser realizada en un par de horas pero detrás de ello hay años de
duro trabajo, por lo que no es conveniente banalizar ese trabajo. Aunque la
diferencia entre lo que se puede catalogar como arte y lo que no es muy fina y,
casi siempre, subjetiva conviene valorar los aspectos mencionados a la hora de
calificarla como tal.
En cualquier caso, se puede disfrutar del arte sin ser un gran experto. Más
allá de tener la capacidad de valorar el trabajo que hay detrás de cada obra,
las personas tenemos la capacidad de identificar si lo que entra por nuestros
ojos nos gusta o no y, en base a ello, determinar que sentimientos nos
despierta aquello que tenemos delante. La experiencia no será del todo completa
si no se conocen las técnicas y no se valora el trabajo, pero se puede
disfrutar.
La experiencia estética es aquello que vivimos frente a cualquier fenómeno que
vivimos en nuestro día a día y que está condicionado por nuestras vivencias
previas. Aunque su finalidad sea despertar sentimientos no todos lo vivimos de
la misma forma por lo que es particular para cada uno. En este sentido se puede
definir también la experiencia cuando visitamos algún museo o alguna galería repleta
de obras de arte.
Por todo ello, aunque se pueda disfrutar más si se conocen las técnicas pertinentes, el arte es una forma en la que un autor describe lo que sucede y cada cual lo percibe de forma diferente teniendo en cuenta sus propias vivencias.
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